Cuando todavía era un estudiante de
Ciencias Bíblicas en la mítica Universidad Bíblica Latinoamericana en San José,
Costa Rica, tuve el “providencial” privilegio de ser uno de los últimos alumnos
del veterano profesor Juan B. Stam, antiguo discípulo del legendario Karl Barth.
Don Juan, como le dicen sus más allegados,
es un conocido teólogo y autor de numerosos libros de esas cosas que a la
gente le "asusta" (Apocalíptica y Profecía Bíblica). El amor del
profesor Stam por Cristo y su palabra y el compromiso de enseñar con su propio
testimonio, marcaron las pautas para el quehacer teológico de muchos cristianos
en América Latina hasta el día de hoy.
Recuerdo que una tarde de noviembre del
2010 nos tomaron esa foto en su casa, poco antes de que yo volviese a Lima y de
que a él le hicieran una delicada cirugía al corazón para ponerle un
marcapasos. En un correo electrónico que le envié desde la residencia de
estudiantes de la universidad, me acuerdo haberle escrito: "Profesor,
pronto le van a poner el marcapasos; sin embargo, el que seguirá impulsando su
corazón será nuestro Señor". El profesor Stam no demoró en responderme
para decirme ese mismo día: "...hermano Ronald, ¡que Dios sea siempre
Señor de cada latido de nuestro corazón!".
Cuando cierta vez unos estudiantes lo
visitamos en su finca de San José, él mismo salió para abrirnos el portón y
recibirnos afectuosamente con un fuerte abrazo, como si fuéramos amigos de
muchos años. La casa del profesor Stam era algo así como un "lugar de
peregrinaje", pues para algunos allí era donde acontecían las verdaderas
clases de teología; alrededor de una mesa, con las biblias abiertas, café
recién pasado y galletas de avena que preparaba su esposa.
Aquel profesor tenía una peculiaridad,
mientras otros teólogos académicos estaban empeñados en “teologías alturadas”,
él acostumbra hacer teología desde las cosas cotidianas, como algunos de los
célebres artículos que tiempo atrás escribió: “La teología del café”, “La
teología del banano”, “La teología folklórica” entre otros.
Y acerca
de esa foto de noviembre, un compañero bromeando me sugirió una vez:
"Tienes una foto con el profesor Stam, ¿para qué seguir estudiando?, di
tan solo que él es tu amigo".
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